Irán una de las cunas de la civilización humana.
Los vestigios arqueológicos más antiguos encontrados en lo que hoy es Irán, provienen de la región de Beluchistán datan de hace unos 800.000, lo que nos da una idea de la antigüedad del poblamiento en la zona. El Irán actual se encuentra en el creciente fértil foco de la civilización agrícola. Con la agricultura, el desarrollo del Estado y de la economía, surgen las civilizaciones de Mesopotamia. La influencia sumeria y elamita se manifiesta en el territorio más occidental, en Susa, ya desde III milenio a.C.
Crisol de culturas y civilizaciones, de Babilonia, Asiria y Asía Central, en el siglo VII la dinastía de los Medas crea el Imperio Medo. Substituido por los Aqueménidas en 550 a.C el Primer Imperio Persa conquistará Asiria y buena parte de Mesopotamia, Anatolia y Asía Menor y llegará hasta la Grecia clásica, dejando para la historia nombre míticos como Ciro II, Darío I, Jerjes I. Persépolis será la capital de este imperio que llegó a unir Egipto y la India. La antigua capital es uno de los lugares más visitados y conserva aún parte de esa majestuosidad temible que sólo los héroes griegos serán capaces de detener. Otros centros arqueológicos de interés son Pasargadas, Susa y Ecbatana (Hamadan), antiguas capitales de las satrapías persas.
El final del Imperio persa, con la conquista de Alejandro Magno (330 a.C), supone nuevos cambios de dinastía. Los Seleucidas de origen griego gobiernan hasta el siglo I a.C donde Roma conquista toda la fachada occidental y el Imperio Parto la oriental. Después, más de cuatrocientos años de nuevo apogeo con el Segundo Imperio Persa, el de los Sasánidas (226-651), época de la que quedan numerosas muestras.
La época Islámica.
En 637 empieza un nuevo periodo con la conquista de los ejércitos árabes islamizados de Umar. Aún siendo parte del Califato e islamizado, el antiguo Imperio Persa seguirá manteniendo su diferenciación “persa” con respecto a los árabes. Esa diferenciación se hará más nítida con la aparición del cisma chiita en el que se apoyan las elites de la región de Khorasán. El cambio de dinastía en el Califato, -los Omeyas de Damasco son substituidos por los Abasidas de Bagdad-, supone un cambio político que permite mayor autonomía por la pérdida de poder de los califas. La desagregación del Califato provocará guerras internas y las creación de nuevos poderes independientes.
En Persia se crean varios centros económicos y culturales que gozan de buena salud gracias al desarrollo económico con los Gaznávidas (siglo X) primero, pero sobre todo con los Selyúcidas de origen turcomano en el XI. Es el Segundo Imperio Persa donde la cultura, ciencia y economía se desarrollan, dejando un legado monumental y literario muy interesante. El conservatorio de Isfahán es uno de esos ejemplos de desarrollo científico.
El siglo XIII es una época de crisis derivada de las invasiones de los Mongoles. El mismo Gengis Kan devasta la región en 1219. Nuevos grupos y poderes atraviesan la región, a veces para quedarse. Como con Tamerlán, que creará el Imperio Timúrida (finales del siglo XIV hasta principios del XVI), época de auge económicos y cultural gracias a la ruta de la seda.
En el siglo XVI el chiismo se convierte en corriente religiosa dominante con la nueva dinastía, la de los Safávidas de Ismael I, y se inscribe en el conflicto geopolítico contra los Otomanos sunitas. Progresivamente la política se pacifica y la economía repunta. El mejor ejemplo es el reinado de
Shah Abbas I El Grande, edad de oro de las artes y el comercio (desarrollo de la industria del tapiz), momento en el que se construyen los grandes monumentos de Isfahán.
A partir del siglo XVIII la región carece de poder centralizado con luchas intestinas y tribales e intervenciones afganas y desde Asía central. Finalmente, en 1794 Muhammad Shah Qajar toma el poder y funda una larga dinastía. La base del poder real es la acomodación de los intereses y poderes de los comerciantes (bāzāris) y los jefes religiosos (Ouléma). Sin embargo, dada la corrupción y la explotación de los campesinos, los poderes son frágiles, lo que es aprovechado por las potencias coloniales, Rusia y Gran Bretaña para influir sobre la política local.
El siglo XIX es un siglo de incertidumbre ante la amenaza de la colonización británica desde la India y rusa desde Asía Central. Los intentos de reformar la economía con un sistema fiscal más justo y la reducción del poder del clero chií durante el gobierno de Amir Kabir, primer ministro de Nasseredin Shah terminan con su asesinato en 1852. Con todo, las protestas y las demandas de la oposición se concretan en la Constitución de 1906, la primera de todo Oriente Medio.
El siglo XX.
La Primera Guerra Mundial se desarrolla muy cerca de las fronteras de Irán y ve crecer la influencia británica. El descubrimiento de un recurso que será capital en el siglo XX hará bascular todo. Los primeros pozos de petróleo de Khuzestan acelerarán los deseos de controlar el país por parte de las potencias extranjeras. Sin embargo, un golpe de estado en 1925 cambia la situación.
Reza Shah Pahlavi, oficial del ejercito decide modernizar y occidentalizar Irán. Sus políticas son vigorosas y radicales: substitución de la justicia religiosa por una civil; creación de infraestructuras, desarrollo de un código civil, creación de sistemas de salud publica y educación, desarrollo económico industrial y centralización política, reducción de los privilegios de las empresas extranjeras y prohibición del velo. El resultado es contestable, dados los problemas internos, la corrupción y los intereses regionales o tribales, a los que se añade la influencia extranjera.
La neutralidad de Irán en 1941 en la IIGM no es aceptada por los aliados que ante el peligro de ocupación turco alemana. Evitar que los pozos de petróleo caigan en manos del Eje hace que Gran Bretaña y la URSS invadan Irán el mismo año. Reza Shah es obligado a abdicar en favor de su hijo Mohammad Reza Pahlavi. La entrada en guerra del país a favor de los Aliados supone la entrada de Irán en el avispero de la geopolítica. Al final de la IIGM, la URSS apoya la insurrección de ciertas zonas de Irán y la primera crisis de la Guerra Fría entre 1945 y 1946.
Irán intenta afirmarse en ese contexto, teniendo como principal recurso su riqueza petrolífera. En 1951 el primer ministro Mohammad Mossadegh nacionaliza la principal compañía petrolífera, la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC). La respuesta es rápida y un complot organizado por Gran Bretaña y los Estados Unidos fuerza la caída del Mossadegh. El Shah convierte entonces su régimen en una dictadura totalmente dependiente del apoyo norteamericano. La sociedad cambia rápidamente e Irán se convierte en el país más occidentalizado de la región. La prosperidad llega a una parte de la población creando una clase media culta y moderna.
La Revolución Islámica de Jomeini.
Sin embargo, esa misma clase media sufre por la falta de libertades, a lo que se añade la población empobrecida de las zonas rurales y el proletariado urbano. El régimen no cesa de mostrar la riqueza en fastos y ceremonias que irritan a la parte más conservadora de la población y que no pueden contentar a las clases medias que buscan mayor libertad. Ya los años 60, surgen líderes religiosos que se radicalizan y propugnan la vuelta al rigorismo religioso, uno de ellos Jomeini será el líder de la Revolución Islámica de 1979.
Por tanto en 1979, no estaba claro cual sería el régimen que iba a substituir a la dictadura del Shah. El único elemento de acuerdo era el odio ante un régimen represivo, pero la oposición iba desde los grupos marxistas, liberales y laicos hasta los rigoristas religiosos. El movimiento religioso más radical fue el más rápido en tomar el control de las manijas de poder. La creación de una cuerpo de policía paramilitar, los Guardianes de la Revolución, y la represión de toda oposición favorecen el control de Jomeini sobre Irán.
No hay que olvidar tampoco que la toma de poder de Jomeini coincide con la crisis de los rehenes norteamericanos de la Embajada de los Estados Unidos en Teherán. Lo que unido a un contexto internacional en el que se mezclan la Guerra Fría y la ascensión al poder de gobernantes ultraconservadores como Ronald Reagan y Margaret Thatcher favorece al régimen. Poco después la invasión iraquí en 1980 abre un periodo de guerra terrible que tiene como consecuencia el afianzamiento del régimen teocrático. La guerra (1980-1988) es mortífera con centenares de miles de muertos en ambos campos, destrucción de infraestructuras y la ruina económica. La total inutilidad de un conflicto en que, tanto los iraníes como los iraquíes, fueron peones de intereses económicos y geopolíticos, además provocó una tremenda inestabilidad regional de la que hoy observamos las consecuencias.
La muerte de Jomeini en 1989 y su substitución por Ali Jamenei como Guía Supremo de la Revolución supusieron la continuación de la línea política y económica trazada en la década anterior.
Irán hoy.
La situación política ha ido basculando entre la línea dura y la reformista, con gobiernos de ambos tipos en los 90 y 2000. Las consecuencias demográficas, económicas y sociales de la Guerra Iranoiraquí fueron muy graves. La dependencia del petróleo, y de su precio variable, y los posteriores conflictos con Israel, los Estados Unidos, Arabia Saudí o el problema nuclear han fragilizado la economía y agitado la opinión publica, a pesar del control del gobierno.
Las políticas más pragmáticas de Hachemi Rafsandjani (1989-1993) que buscaban la modernización no tuvieron éxito y derivaron en la elección del moderado Mohammad Jatami (1997-2005) que intentó, sin éxito, contrabalanzar los deseos de reformas de buena parte de la población con las reticencias del clero conservador. Las manifestaciones de 1999 fueron una muestra de ello, pero la impotencia de Jatami acabó en el desinterés de los jóvenes y las clases medias. Todo esto, unido a la anulación de muchas candidaturas provocó la elección del conservador Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013) que basó su política en un discurso nacionalista radical, el programa nuclear y el enfrentamiento con los Estados Unidos, Israel y otros países de la región.
Las manifestaciones tras la reelección de Ahmadinejad en 2009 mostraron la complejidad de la sociedad y la política iraní. La represión de las manifestaciones pacificas fue dura y abrió un periodo dominado por las sanciones económicas y la incertidumbre. La economía se hundía, acentuada por la dificultad para vender petróleo y el bajo precio en los mercados estancados tras la crisis económica de 2008. Así en 2013 el único candidato moderado, Hassan Rohaní, obtiene, por menos de un punto de diferencia, la presidencia del país. Su elección supone un cambio bastante radical en la diplomacia iraní. Irán se muestra dispuesto a cooperar con los inspectores internacionales en lo que se refiere al programa nuclear y, a finales de 2015, las sanciones son parcialmente anuladas. La apertura se manifiesta en la atracción al turismo que crece de manera exponencial en los últimos años.
El turismo es un camino de apertura apoyado por el gobierno y su desarrollo aporta considerables divisas y desarrollo económico en muchas zonas del país. Las cosas cambian, lentamente, en Irán.